Así­ el programa utópico de la estética modernista fue realizado en un giro irónico por los gobiernos totalitarios. La audiencia entrará en las obras de arte, se convertirán, de hecho, en la misma obra de arte, pero sólo como lo apunta Siegfried Krakauer como “ornamentos-masa”, “ornamentos humanos”, que denotan, “la omnipresencia del dictador”[1] . Pero esta ornamentación humana no se encontrará solamente en la Alemania Nazi. Krakauer empleará por vez primera el término “ornamento humano” en 1927, para describir a unas chicas de un coro americano muy populares en Alemania. Para Krakauer está forma de danza, basada en una reproducción simultanea de pasos y gestos por una fila de actrices, representaba la moderna degradación del individuo en un mero piñón de la maquinaria social: en tales espectáculos el ser humano “se construye como un mero bloque, nada más”. La construcción de un edificio dependerá del tamaño de cada piedra y del número de piedras. Es la masa lo que hace el impacto final. Sólo como partes de esa masa, no como individuos que son en sí­ mismos una unidad desde dentro, los humanos se compondrán como un diseño. Lo que Taut había soñado, un gran edificio compuesto por individuos como bloques de construcción, Krakauer lo ve ya logrado en la regimentación del capitalismo, que habrí­a de ser sencillamente radicalizada para llegar a ser el espectáculo Nazi.

 

 

(fragmento M.North:

“The Public as Sculpture: From Heavenly City to Mass Ornament”, CriticalInquiry 16 (Summer 1990)

 


[1] Krakauer, Siegfried: De Caligari a Hitler: Una historia Psicológica del cine alemán. Paidóscomunicación, Barcelona, 1982. Pp. 94-95