En las fantasí­as polí­ticas de cierta “totalidad”, como tanto Wagner como Lunacharsky tienden a proponer, no sólo se clama por la fusión de todos los géneros artí­sticos en una total gesamtkunstwerk, sino, y también, ser tarta de poner a prueba la integración de “las masas de gente” -todaví­a dentro de cierto marco cultural-. La estetización de lo político encuentra su eco en el entusiasmo de Lunacharsky para la “acción global” del espectáculo de masa,s que necesariamente producirí­a efectos de jerarquización, estructuralización y totalización. En una fase temprana y en una sorprendente formulación, Walter Benjamin señalará no solamente esta relación instrumental entre lo estético y lo político, sino que en la primera versión del ensayo “Trabajo de Arte” ya había llamado la atención sobre los intentos fascistas de una organización estética de las masas y subrayará que especialmente la reproducción en los medios de masas de esas mismas masas se acomodaba de modo particularmente eficiente a las estrategias fascistas para estetizar la vida polí­tica: el fascismo le da a las masas no el derecho, sino la oportunidad de expresarse” (express themselves)

Esto es precisamente lo que está en juego cuando se “integra” a las masas por medio del arte, no solamente desde Riefenstahl hasta la contemporánea producción de masas, sino que ya aparece conceptualizado por Wagner y Lunacharsky. Este tipo de conjunción integradora de la masas y el arte no genera conjuntos de singularidades, no organiza concatenaciones que busquen cambiar las circunstancias de producción. En su lugar elimina las diferencias, territorializa, segmenta y estrí­a el espacio, logrando una uniformidad en las masas a través de los medios del arte. En su ensayo, Lunacharsky incluso llega a expresar su entusiasmo por este esfuerzo unificado bajo el espí­ritu de la paz mundial: “Tan solo piensa en el carácter que tomará nuestra festividad cuando, por medio de la Instrucción Militar General, creemos masas que se muevan rí­tmicamente miles y cientos de miles de personas – y no solo una multitud, sino una estrictamente regulada, colectiva, pací­fica armada sinceramente poseí­da por una única y definitiva idea”. Unos diez años después, particularmente en contra del éxito de los eventos masivos de los fascistas, Benjamin escribirá lacónicamente: “Todos los esfuerzos para hacer que la polí­tica sea estética culminan en una sola cosa: guerra”. Y la idea de Wagner de una confusión totalizadora del arte y la vida lleva exactamente ese camino – también como precursor de posteriores conceptos totalitarios: “Las tragedias se convertirán en celebraciones de la humanidad; liberadas de toda convención y de toda etiqueta, el ser humano libre, bello y fuerte celebrara las delicias y los sufrimientos de su amor en ellas, llevando a termino el gran sacrificio del amor con su muerte en dignidad y sublimidad”.

Contrario a esos modelos de una total confusión entre el arte y la vida, este libro investiga las prácticas, aquellas que emergen en zonas vecinas, en las que las transiciones, los solapamientos y las concatenaciones de arte y revolución se hacen posibles por un tiempo limitado, pero sin sí­ntesis ni identificación. Todas las prácticas de , o en , secuencia, desde la metamorfosis desde artista a político-artista de Gustave Courbet en la Comuna de Parí­s a los continuos paseos de los Situacionistas tomados como planes contrarios al diseño patrón de una sí­ntesis entre el arte y la vida. Lo mismo podrí­a apuntarse para la presumida subordinación, la jerarquí­a de la revolución y el arte en el Soviet Proletkult, o la inconmensurable yuxtaposición del arte y la revolución, tal y como ocurrió en la colisión entre el Accionismo Vienés y los estudiantes activistas del 1968 como una concatenación negativa.

Lo que queda por debajo de este tipo de “secuencias”, “jerarquí­as” y “yuxtaposiciones” son los solapamientos temporales, los intentos micropolíticos en la concatenación trasversal de als máquinas artí­sticas y las máquinas revolucionarias (…)

Raunig Gerald, Art and Revolution. Transversal Activism in the Long Twentieth Century. the MIT Press, 2007.

En las fantasí­as polí­ticas de cierta “totalidad”, como tanto Wagner como Lunacharsky tienden a proponer, no sólo se clama por la fusión de todos los géneros artí­sticos en una total gesamtkunstwerk, sino, y también, ser tarta de poner a prueba la integración de “las masas de gente” -todaví­a dentro de cierto marco cultural-. La estetización de lo político encuentra su eco en el entusiasmo de Lunacharsky para la “acción global” del espectáculo de masa,s que necesariamente producirí­a efectos de jerarquización, estructuralización y totalización. En una fase temprana y en una sorprendente formulación, Walter Benjamin señalará no solamente esta relación instrumental entre lo estético y lo político, sino que en la primera versión del ensayo “Trabajo de Arte” ya había llamado la atención sobre los intentos fascistas de una organización estética de las masas y subrayará que especialmente la reproducción en los medios de masas de esas mismas masas se acomodaba de modo particularmente eficiente a las estrategias fascistas para estetizar la vida polí­tica: el fascismo le da a las masas no el derecho, sino la oportunidad de expresarse” (express themselves)

Esto es precisamente lo que está en juego cuando se “integra” a las masas por medio del arte, no solamente desde Riefenstahl hasta la contemporánea producción de masas, sino que ya aparece conceptualizado por Wagner y Lunacharsky. Este tipo de conjunción integradora de la masas y el arte no genera conjuntos de singularidades, no organiza concatenaciones que busquen cambiar las circunstancias de producción. En su lugar elimina las diferencias, territorializa, segmenta y estrí­a el espacio, logrando una uniformidad en las masas a través de los medios del arte. En su ensayo, Lunacharsky incluso llega a expresar su entusiasmo por este esfuerzo unificado bajo el espí­ritu de la paz mundial: “Tan solo piensa en el carácter que tomará nuestra festividad cuando, por medio de la Instrucción Militar General, creemos masas que se muevan rí­tmicamente miles y cientos de miles de personas – y no solo una multitud, sino una estrictamente regulada, colectiva, pací­fica armada sinceramente poseí­da por una única y definitiva idea”. Unos diez años después, particularmente en contra del éxito de los eventos masivos de los fascistas, Benjamin escribirá lacónicamente: “Todos los esfuerzos para hacer que la polí­tica sea estética culminan en una sola cosa: guerra”. Y la idea de Wagner de una confusión totalizadora del arte y la vida lleva exactamente ese camino – también como precursor de posteriores conceptos totalitarios: “Las tragedias se convertirán en celebraciones de la humanidad; liberadas de toda convención y de toda etiqueta, el ser humano libre, bello y fuerte celebrara las delicias y los sufrimientos de su amor en ellas, llevando a termino el gran sacrificio del amor con su muerte en dignidad y sublimidad”.

Contrario a esos modelos de una total confusión entre el arte y la vida, este libro investiga las prácticas, aquellas que emergen en zonas vecinas, en las que las transiciones, los solapamientos y las concatenaciones de arte y revolución se hacen posibles por un tiempo limitado, pero sin sí­ntesis ni identificación. Todas las prácticas de , o en , secuencia, desde la metamorfosis desde artista a político-artista de Gustave Courbet en la Comuna de Parí­s a los continuos paseos de los Situacionistas tomados como planes contrarios al diseño patrón de una sí­ntesis entre el arte y la vida. Lo mismo podrí­a apuntarse para la presumida subordinación, la jerarquí­a de la revolución y el arte en el Soviet Proletkult, o la inconmensurable yuxtaposición del arte y la revolución, tal y como ocurrió en la colisión entre el Accionismo Vienés y los estudiantes activistas del 1968 como una concatenación negativa.

Lo que queda por debajo de este tipo de “secuencias”, “jerarquí­as” y “yuxtaposiciones” son los solapamientos temporales, los intentos micropolíticos en la concatenación trasversal de als máquinas artí­sticas y las máquinas revolucionarias (…)

Raunig Gerald, Art and Revolution. Transversal Activism in the Long Twentieth Century. the MIT Press, 2007.