Tiene al andar la gracia del felino, / es toda llena de profundos ecos, / anuncian sus corales y sus flecos / un sueño oriental de lo divino. / Los ojos negros, cálidos, astutos, / triste de ciencia antigua la sonrisa, / y la falda de flores una brisa / de í­ndicos y sagrados institutos. / Cortó su mano en un jardí­n de Oriente / una manzana del árbol prohibido / y enroscada a sus senos la serpiente / devora la lujuria de un sentido sagrado / Mientras, en la tiniebla transparente / de sus ojos, la luz pone un silbido.

R. M. del Valle-Inclán, 1922