El Harlem de los años veinte se convertirá en un barrio lleno de personalidades y de noches de clubs, de jazz y de whisky. Hughes y Nugent serán tan sólo las personalidades más visibles del potaje que era aquel barrio. Si los gays del Greenwich Village llevaban pelos largos, como afirma George Chauncey en Gay New York, en Harlem llevaban largos trajes de chaqueta, “Velas bien arregladas con los mejores hombres. Harlem se convertirá en un territorio de tolerancia para todo el posible abanico de identidades sexuales, pese a que la homofobia será, pese a todo, uno de las bases de la cultura de color. Richard Bruce Nugent, artífice de la mítica revista FIRE!, conseguirá fusionar este mundo de tolerancia y nocturnidad con la bohemia del Greenwich Village, y será el primer afroamericano en escribir desde una perspectiva abiertamente homosexual y en construir un escurridizo personaje público de cierto dandysmo de un exquisito desaliño.

La revista dedicada en exclusividad al arte de color, FIRE!, lanzará su primer número en 1925. Nugent comenzará a intuir la necesidad de editar una revista dedicada al Renacimiento de Harlem, Harlem Renaissance,en el salón de la señora Johnson. Georgia Douglas Johnson, esposa de un afamado político y jurista,regentaba un salón en Washington al que se acercaban todos aquellos Afroamericanos con intereses literarios e intelectuales. Jean Toomer, Waldo Frank, o Alain Locke serán habituales invitados al mismo. Este último, Locke, incluirá un cuento de Nugent, el primero que editaba, en su libro The New Negro, una antología de textos, poesía y ensayos de afroamericanos y que se considera el libro definitivo del Renacimiento de Harlem.

En ese mismo salón, el de la señora Johnson,conocerá a Langston Hughes de quien escribirá: “… era un héroe hecho a mi medida. Con veintitrés, tan solo cuatro años mayor que yo, ya lo había hecho todo -todo aquello con lo que sueñan los jóvenes y nunca llegan a hacer- había trabajado en barcos, había viajado a lugares exóticos, conocido gente y más gente, escrito y publicado su poesía- todo. Imagino que su look contribuía a este ideal de glamur… como lo hacía su voz y sus gentiles maneras”. Con diecinueve ya prevé un futuro en el que esa cuidada presentación pública jugará un importante rol. Ambos Hughes y Nugent dejaran su exilio en Washington para unirse al Renacimiento de Harlem en Nueva York, ambos cuidarán de modo exagerado sus maneras como un acto consciente, y ambos aportarán un toque de decadencia y hastí­o a la vitalidad de perpetua danza del tambor. También ambos aparecerán en la escena newyorkino un año antes de la publicación del explosivo, famoso y controvertido Nigger Heaven del también dandyficado Carl Van Vechten. Pese a las controversias Hughes pertenecerá al sector de su comunidad que apoyará a Van Vechten y aprovechará el ímpetu creativo del círculo formado por todos aquellos que no verán en el libro una afrenta a la hospitalidad de los “black folks. Con Wallace Thurman, se unirán al grupo de Jean Toomer, el Gurdjieff Group de Harlem. Todos los miembros del mismo; Thurman, Hughes, Nugent, Aaron Douglash, Zora Neale Hurston, Gwendolyn Bennet, y John P. Davies, trabajaran en el primer número de FIRE!, dondeaparecerá su “smoke, lilies and jade”.

El atractivo de Nugent residía en esa ambivalencia caracterí­stica del dandy, hablaba con elocuencia, encanto y cierta sutil acidez, era sexualmente ambiguo, extremadamente elegante, pero, normalmente, nunca tenía un céntimo, se declaraba vagabundo, no tenía un lugar fijo donde dormir y sus ropas, pese a su porte, estaban algo roídas. Wallace Thurman hará de él el personaje principal, y dandyficado, en Infants of the Spring, Paul Arabian (el apellido se construye desde las iniciales del nombre completo, R.B.N): Paul era muy alto. Su cara era del color de una hoja de azafrán blanqueada. Su pelo era áspero y estaba desordenado. Tenía por costumbre no llevar corbata pues sabía que su cuello estaba demasiado bien modelado para ser ocultado a la mirada ajena. Tampoco llevaba calcetines, ni ropa interior, y las pocas prendas que se dignaba llevar estaban enmohecidas y desaliñadas . . .

(Paul estaba) sentado en el suelo con su traje a medida, con su cuerpo de seis pies, grácil y magnético, su sucia cara amarilla brillando con una incandescencia interna, su pelo corto desafiantemente desordenado, su camisa abierta formaba un sucio e inadecuado marco para su curvado cuello clásico. Estaba contándonos sus últimas aventuras de vagabundo. Su voz era suave y melodiosa. Sus largos y delgados dedos describían elegantes curvas en el aire.

El dandy negro, como lo llamará Elisa Glick, será esa figura de urbanidad, decadencia y pulida, aunque a veces roída, elegancia, personificará una doble negación. Por un lado, y como su contrapartida blanca, negará todos los valores burgueses, pero además, negará la construcción de la negritud, ese lugar de exotismo, primitivismo, intenso olor y carne abandonada a su suerte. Se construirá a contracorriente, y creará un ser “negro” que nada tiene de exótico, no es en absoluto primitivo, si huele es a algún extraño y lejano perfume sutil y sofisticado, y su cuerpo se mueve con la lentitud musical, programada y siempre meditada.

El Harlem Renaissance, florecerá en pleno corazón de Nueva York durante los años veinte. Este Renacimiento fue un movimiento cultural, intelectual y político de los Afroamericanos que llegaron de manera masiva, desde el sur, a partir de 1917. El dandyficado esteta se transformará en este marco en una amenaza para parte de los teóricos del New Negro, quienes, como Cobb, harán del dandy una símbolo de desintegración social y corrupción que asociarán, por otra parte, al mismo proceso de modernización y vida urbana. Para Nugent y para Thurman la revisión del dandy del siglo XIX y del espíritu decadente será una ayuda en sus estratégicos propósitos; con ello criticarán la supuesta autenticidad del primitivismo que se quería implí­cito a su raza, y a un mismo tiempo, recombinarán la estética decadente para distorsionar la relación de la cultura Afroamericana con la mercancía. Obviamente ellos eran una mercancía altamente atractiva para la población blanca en un periodo en el que la Harlemmanía invadía a los blancos.

La pregunta que Glick formula aglutina el problema de la transformación de la negritud en mercancía: Los afroamericanos estaban transformándose, pero, ¿transformándose en qué? La americana defiende que esta re-conceptualización de la identidad Afro americana se relacionará con las contradicciones básicas de la modernidad. La oposición entre la racionalizada e industrializada urbanidad y la orgánica vida rural, que la migración masiva parecía traer en su equipaje, cartografiará el cuerpo negro. El negro del sur, el Old Negro, se contrapondrá al negro del norte, o New Negro. Esta oposición tendrá ya tiempo, Eric Lott la encuentra en el bufón de cara pintada, el famoso black face, un personaje de Vodevil interpretado por un blanco muy elegante y con la cara pintada de negro y unos inmensos labios blancos, en estas representaciones ya se enfrentarán el rústico esclavo y el dandy urbano (Zip Coon).

Pero este dandy de escenario no será, como demuestra Barbara L. Webb, un personaje coherente, sino un espectro de opciones interpretativas. Como una proyección de las luchas de clase y de raza, Zip Coon, el dandy de George Walker, será una revisión algo racista, y siempre sarcástica y burlona, de los urbanos negros dandys que tendrán una inmensa influencia en la clase trabajadora blanca. Obviamente esta lectura no conformará al dandy de la década de los años veinte. Lo que construirá a los intelectuales conscientemente dandyficados será la tradición literaria que va de D’Aurevilly hasta Wilde pasando, como no, por Baudelaire. De hecho no habrá de sorprendernos que como intelectuales y escritores que eran seguirán trayectorias similares a otros vanguardistas de postín que se dandyficarán en esas mismas fechas en esa misma ciudad, desde Charles Demuth, el mismo Van Vechten, Alfred Stieglitz o Marcel Duchamp.

En suma, Nugent y el dandy de color, o negro, se valdrán de la estética decadente para desbaratar la fetichización y conversión en mercancía del mismo hecho de ser negro, de la negritud. Nugent y Thurman se rebelarán, con esa construcción de sí­ mismos a rebours, contra el imperativo de actuar en la génesis de la “Otredad” en el mercado cultural. La relectura de estos autores del “yo-como-arte” aportará ciertos matices pues al pelear contra ese primitivismo impuesto generarán un ser hibridado que combinará cierta sarcástica simplicidad, cierto vigor y aun, cierto primitivismo de matiz, con un exagerado artificio y con un renovado espíritu decadente de elegancia de vagabundo.