“Nada fortalece más al pirronismo que el hecho de que existan personas que no son pirronianas. Si todas lo fuesen, estarían equivocadas” (319). Pascal

“Al escepticismo absoluto o sistemático se lo llama también pirroniano porque fue Pirrón de Elis (entre 360 y 270 a.C. aproximadamente) el que lo formuló. Si puede decirse que lo haya formulado, porque Pirrón era un escéptico absoluto, es decir, negaba la posibilidad de cualquier conocimiento, fuera de lo que fuese; y por lo mismo negaba que pudiera siquiera afirmarse esto, que “el conocimiento es imposible”, puesto que ello implicaría ya cierto conocimiento – el de que no se sabe nada. Pirrón, por tanto, consecuente con su pensamiento, preferí­a no hablar, y en última instancia, como recurso final, trataba de limitarse a señalar con el dedo. / Todo esto puede parecer extravagante, y en cierto sentido lo es; pero conviene observar dos cosas. En primer lugar, que Pirrón era hombre í­ntegro, en el sentido de que tomaba con toda seriedad lo que enseñaba, al revés de tantos personajes cuya conducta nada tiene que ver con sus palabras. A Pirrón hubieron de practicarle dos o tres operaciones quirúrgicas, en una época en que no existían los anestésicos; pues bien, Pirrón soportó las intervenciones sin exhalar un solo grito ni emitir una sola queja, ya que gritar hubiese sido lo mismo que decir “me duele”, hubiese sido afirmar algo, cosa que su escepticismo le prohibí­a”.

“Todo participante sueña con tener la última palabra. Hablar el último, “concluir”, es dar un destino a todo lo que se ha dicho, es dominar, poseer, dispensar, asestar el sentido; en el espacio de la palabra, lo que viene último ocupa un lugar soberano, guardado, de acuerdo con un privilegio regulado, por los profesores, los presidentes, los jueces, los confesores: todo combate de lenguaje (maché de los antiguos Sofistas, disputatio de los Escolásticos) se dirige a la posesión de ese lugar; mediante la última palabra voy a desorganizar, a “liquidar” al adversario, voy a infligirle una herida (narcí­sica) mortal, voy a reducirlo al silencio, voy a castrarlo de toda palabra. La escena se desarrolla con vistas a ese triunfo: no se trata de ningún modo de que cada réplica concurra a la victoria de una verdad y construya poco a poco esta verdad, sino solamente que la última réplica sea la buena: es el último golpe de dados lo que cuenta” (Roland Barthes, Fragmentos de un discurso maoroso. p. 117).

“¿Qué es un héroe? Aquel que tiene la última réplica. ¿Se ha visto alguna vez un héroe que no hable antes de morir? Renunciar a la última réplica (rechazar la escena) revela pues una moral antiheroica: es la de Abraham: hasta el final del sacrificio que se le ordena, no habla. O más aún, respuesta más subversiva, por menos cubierta/…/, se remplaza la última réplica por una pirueta incongruente: es lo que hizo el maestro zen que, por toda respuesta a la solemne pregunta: “¿Quién es Buda?”, se quitó las sandalias, las puso sobre su cabeza y se fue: disolución impecable de la última réplica, dominio del no- dominio” (p. 118).

“Deberí­a desterrarse para siempre cualquier idea de juicio” MD
La belleza de la indiferencia, la impertubabilidad, pues “nada es en sí­ más esto que aquello” PdE
“Escéptico es el que se niega a adherirse a creencias ampliamente admitidas, se contenta con ver y se niega a juzgar, es decir, a afirmar o a negar la “existencia” de los objetos que corresponden a sus representaciones. (Ferrater Mora, 1994)

Monederos falsos a la Gide y una muy buena cita de Brea que tiene a mal emplear la palabra malamente qu muy mala me parece para ser aquí­ salvada. En relación a la no sobrevaloración del silencio de Duchamp