Pues la verdad que me parece un bochorno y una calamidad que así­ se me vea por la calle, pero creo que así­ se me debe ver. En tan sólo quince días me han robado el bolso ya dos veces. Está vez no denuncié, la segunda digo, no sea que como a Yaiza los polis me miren con sorna y cierta incredulidad y afirmen que soy la única española a la que le roban el bolso cada quince días.
Bueno si se esfumó mi identidad en la primera acción, mis dineretes y todas mis llaves en esta, la segunda, se me esfumó mi relación clara con el mundo. Esto es, mis gafas, todas, fuera. Ahora veo el mundo desde el más profundo anonimato, o singularidda y además lo veo así­ como entre sombras, de esas que van y que vienen.
Creo que comenzaré a pensar en este ver sin ver en esto de la cualquereidad y sólo confí­o que el maldito cartel anunciador de paleta a bordo, con esta mi nueva y forzosamente adquirida condición de fronteriza, se desvanezca para dejarme vivir de una vez tranquila, cual animalillo sin pasado, sin futuro, sin imagen ní­tida de nada y libre de miedos, en general, o angustias, en particular.
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