Fue hace un mes exactamente. Ya hacía mucho calor en San Francisco y lucía un sol esplendoroso, pero durante dos días enteros, de nueve de la mañana a siete de la tarde asistí­, a oscuras y con fresquete, al simposio que el Museo de Arte Moderno de San Francisco había organizado en otra sede. Ahora el museo está cerrado, están en obras, andan ampliándose, y no tienen sede pero sé­ conservan su actividad y se desplazan a otros lugares de la ciudad. Se han etiquetado como SFMOMA On The Go, esto es que estarán en el camino, móviles y sin sede fija, pero estarán, como reza su eslogan, “más abiertos que nunca”.

La sede elegida fue el Brava Theater Center en la calle 24, en el barrio latino de La Misión (Mission District). Los que organizaron y presentaron el simposio, Julia Bryan-Wilson, Jennifer A. González y Dominic Willsdon, tuvieron la delicadeza de, no sólo lanzar las preguntas que habrían de apuntalar a todas las presentaciones, sino también hacer un acercamiento histórico y contextual al lugar donde nos encontrábamos, tanto el teatro como el barrio. Es de agradecer, La Misión ha sido para San Francisco como Lavapiés para Madrid. Un lugar de movilizaciones, de encuentro, de acciones colectivas. Es el barrio de los murales, del arte reivindicativo de las calles. Tiene su lógica que un encuentro en torno al poder de acción política de las imágenes se celebrase precisamente en ese entorno.

Además de ese acercamiento al barrio se propusieron una serie de preguntas que retomaban otras, las que habían lanzado en otro simposio, esta vez en la Universidad de California Santa Cruz. Celebrado en junio este otro simposio se llamó: Digital Art and Democracy: People, Places, Participation. Y se plantearon estas preguntas:¿Los desarrollos en el arte digital nos han conducido a espacios “más democráticos”?, ¿quién constituye un sujeto democrático en un espacio digital on-line?, ¿cómo son, o habrían de ser, las nuevas políticas de la representación?, ¿cómo pueden aparecer la raza y la etnicidad (o desaparecer) en tales espacios?,¿cómo podrían las obras de arte constituir audiencias democráticas?. A estas preguntas se unirían las del nuevo encuentro: ¿Qué entendemos por visualizaciones?,¿cómo pensar una visualidad y visibilización en un mundo en el que ambas son herramientas básicas tanto para el gobierno, como para el sistema económico y el militar?, ¿estamos ante una expansión infinita de la visualidad y visibilización, pero, vamos hacia una hí­per abundancia que nos lleva al abandono y la adicción o hay aún margen para que las imágenes arranquen cambios?. Y la pregunta final, tras 50 años de situacionismo, ¿hemos aprendido algo?

Todas estas preguntas fueron expuestas por Jennifer A. González, una profesora de USC que tiene un artículo muy interesante: “Electronic Habitus: Agit-prop in an imaginary world”, que es el texto de otra conferencia del año 2001, en UCD, Universidad de California Davis, que se llamó Visual Worlds. Quizá el espí­ritu de Maiakovski, auténtico experto en Agitación y Propaganda que proclamaría “Nuestros Pinceles Serán Las Calles y Nuestras Paletas las Plazas Públicas”[2] a viva voz, está un poquito deslucido. Aunque tal vez esto que él quería, abolir los palacios, abolir los museos, abolir las galerías y ordenar a todas las obras de arte que salgan a la calle y hacer así­ una gran fiesta para todos, se podría estar logrando, en cierta medida, en la red, ¿o no?

Tras las presentaciones comenzaron las comunicaciones que fueron muchas y muy intensivas. De todas me  quedo con Carlos Motta, con los Gran Fury, con Robin Oppenheimer, durante la sesión del viernes. Del sábado elijo a Claudia Bernardi, Cheyenne Epps y Kyle Lane-Mackiley y Natalie Bookchin. Y sobretodos ellos por supuesto, Favianna Rodríguez y Zanele Muholi. Pocos caracteres me restan para hablar de tanta gente, así­ que me limitaré a hablar de la intervención de Carlos Motta, dejándome a los demás para futuros post.

Me detengo en Carlos Motta porque llama la atención en hincapié expuesto en la necesidad de poner el cuerpo. Maiakovski parece tener razón y el agit prop, que tiene más de agitación y diseminación que de propaganda, necesita, para mostrar lo oculto, que uno ponga el cuerpo, porque solo poniendo el cuerpo pasín cosas, pasín cosas con las autoridades, llega uno, y su cuerpo, a poder retratar la brutalidad policial o a poder recibir la energía de un colectivo. Solo poniendo el cuerpo las redes son útiles. Unas redes que, por otra parte han sido fundamentales para poner en contacto a un montón de personas con intereses y problemas comunes, que son, no cabe duda, un canal impresionante para la difusión y diseminación de mensajes, necesitan, para una efectividad real, que uno ponga el cuerpo. Lo ví­rico empieza por el virus, y el virus hay que irlo a buscar arriesgándose un poquito y saliendo de la pantalla del ordenador.

De Carlos Motta es el proyecto “La Buena Vida”, The Good Life, que incluye 360 entrevistas en video a gentes que fue encontrando en las calles de doce ciudades de Latinoaméricas, durante el 2005 al 2008. Lo que buscaba era dar voz a los que no la tienen en su punto de vista en torno a los procesos de democratización relacionados con el intervencionismo norteamericano. Ahora “La Buena Vida”  es un archivo de internet, una vídeo“ instalación y unos tantos textos y artículos. Toda la obra de Motta está en abierto y se puede seguir, leer y ver en la web. En su Keynote, que así­ llaman a la intervención como “estelar” de alguien que han invitado especialmente, se planteó si lo visual era liberador o era, justamente, lo contrario. Enmarcó todas sus palabras con un poema de Martha Rosler, “el secreto”, que recitó al principio y fue intercalando conforme hablaba:

El secreto es que la cultura es un secreto en una sociedad dividida. Que la cultura es un secreto en la sociedad de clases. Hay una cultura de la calle y una cultura detrás las puertas cerradas. El secreto es sobre la batalla en torno a quien es el dueño de las calles; a quien escribe en las calles. Quien hace pública su propia lucha en las calles. El secreto es quien usa la calle como un foro, como un “Muro de la Democracia”, porque otros controlan los medios “legítimos” de divulgación pública. El secreto es que hay más de un público, el público forzado a exhibir su vida privada en la calle y el público que llama a la policía para limpiar las calles [1].

Luego Motta habló de Queerocracy y de Felipe Baeza. De los primeros mostró una suerte de coro a la griega que se mantuvo recitando toda la legislación americana en cuestiones de género desde su mismo origen y mostró las imágenes de las detenciones, transformadas en obras de arte. Con ambos hizo hincapié en la necesidad de poner el cuerpo y la necesidad de arriesgarse para poder tener un retrato para la posteridad. Y en el caso de Felipe Baeza hizo hincapié, además, en la necesidad de poner entre las cuerdas el concepto de “ser un buen inmigrante”. Sin documentos, sin miedo y sin pedir disculpas. Estos son los eslóganes de Felipe, y de muchos otros activistas inmigrantes indocumentados de los Estados Unidos.

(continuará).

 

28 abril 2014
Gloria G. Durán. Investigadora Postdoctoral I+D ˜Madrid Cosmópolis: Prácticas Emergentes y Procesos Metropolitanos”. UNED, ahora Visiting Scholar, UCM, Merced, CA.

[1]Transcrito en Carlos Motta, Our Destiny is Our Own: Secrets From the Street, Brigada Ramona Parra. http://carlosmotta.com/text/brigada-ramona-parra-our-destiny-is-our-own-secrets-from-the-street

[2] “Las plazas, nuestras paletas / las calles, nuestros pinceles”: Los versos de Vladimir Maiakovski proceden de la “Orden nº 1 a los ejércitos del arte”, datan de 1918. Ese mismo año, en la Gaceta de los Futuristas de Moscú se publicó el “Decreto nº 1 para la democratización de las artes” (todo era entonces los primeros pasos de casi todo), firmado por el propio poeta -que con toda probabilidad fue su redactor- junto con Vasily Kamensky y los hermanos Burliuk. El “Decreto”, vehementemente utópico, declara, aprovechando la bulla de la revolución, la abolición de palacios, galerías y museos y ordena que las obras de arte, en nombre de la igualdad de todos ante la cultura, salgan a la calle, convocando a los creadores a hacer de la ciudad “una fiesta del arte para todos”.