Gustav René Hocke afirma que “el carácter maldito del arte y la poesí­a manieristas de los siglos XVI y XVII resucitan en el XIX en tanto que visión nueva, antiburguesa y anticlásica”. Pilar Parcerisas afirma que Salvador Dalí­ se erige a sí­ mismo en ese espejo deformante del manierismo y se cree precursor de un nuevo Renacimiento en el arte moderno, recuperando el arte y la ciencia de las cortes de Luis XIV (1638-1715) y Luis XV (1710-1774), frente al auge del expresionismo abstracto americano, un arte gestual que para nada deriva de la noción manierista de concetto. Todo esto lo cuenta en un artículo de Art News (30.IV.1959) que dedica a su amigo, e hiperfamoso, Marcel Duchamp, allí­ Dalí­ define al francés como un “aristócrata anarquista”, un retrato que, afirma Parceiras, parece coincidir con el “hombre manierista”, el dandy cerebral y melancólico definido por Baudelaire en Mon coeur mis í  nu, y, apunto yo, por un montón de escritores anteriores a Baudelaire. Entonces, podrí­amos afirmar que la actitud “dandy”, desapegada, negativa, atiesada, tuvo su precedente en este “hombre manierista”, o más bien que Hocke se inventa un término para catalogar ciertas actitudes de ciertos aristócratas más o menos extravagantes y excéntricos. La diferencia sustancial que veo yo entre el término “dandy” y el “hombre manierista” es que el primero fue producto de una época y recibió su nombre en tal época, fue nacido, bautizado y desarrollado por un puñado de individuos que a fuerza de andar disgustado con todo aquello que les rodeaba decidirán, sin perder la compostura y mover un pelo, vivir siempre, y sistemáticamente, “a rebours”, a contrapelo de la sociedad burguesa y de sus imposiciones vitales. Ese tal “hombre manierista”, me parece a mi, es un invento de este estudioso francés, que seguro que es valido para según que cosa, pero que, me temo, no es comparable así­ a priori.

Curiosamente, además, este hombre manierista surge durante el caos político, religioso y cultural, dice Hocke, del periodo que va de 1520 a 1650 (total 130 años de espectro), y que se caracteriza, el hombre se entiende, por la necesidad de singularizarse, el gusto por lo raro, lo extravagante, y por una necesidad de “conservar una distancia aristocrática frente a la sociedad”. Imagino que la sociedad será la francesa, imagino que la sociedad será todo aquello quedaba fuera de la corte y de Maria de Medicis, y de las intrigas entre hugonotes y católicos. Es interesante como se manejan las mismas palabras, actitud rebelde frente a la sociedad, cuando las sociedades eran tan dispares. La diferencia creo que no nos permite equiparar uno a otro, desde el momento que el hombre manierista se posiciona frente al clasicismo exprimiendo su talento ingenioso. Imagino que hablamos de un clasicismo formal y no de uno que modela la vida al día, además, confieso, que la cita final, en la que Parceiras toma de Hocke como broche final, equipara aristócrata distante y cool, y hombre manierista, me dejan más tiesa que un palo; “La aparición de esta clase de individuo que se desví­a de la expresión espontánea, prefiere lo oscuro, se complace en reconocer lo sensible bajo el velo de metáforas abstrusas, quien al mismo tiempo se esfuerza por captar lo maravilloso (meraviglia) en el sistema intelectual de una lengua estilizada al extremo, fenómeno por otra parte que no es enteramente nuevo” . Y como creo yo que no soy la única atiesada, concluyo que el discurso está sin elaborar, que va de la ceca a la meca, que no tiene ni pies ni cabeza y que al final, y para salvar el pellejo, limita sus conclusiones al aspecto formal de la obra de Dalí­ y de Duchamp, un aspecto este que obviamente se aleja del clasicismo pero que, digo, no por ello es, directamente manierista.