Indago algo sobre el cuplé y me fascina descubrir que: ” La historia del cuplé en España, en su sentido de canción corta o copla, es larga y antigua: desde el siglo XVII está documentada la inclusión de canciones o tonadillas en las obras teatrales, aunque seguramente sea anterior a dicho siglo. Lo que sí­ se sabe es que en el XVIII esta costumbre escénica estaba ya en pleno apogeo y los mismos actores serios no tenían empacho alguno en cantar tonadillas de contenido popular, aunque generalmente eran los actores cómicos, caracterizados de majas o petimetres, los que le ofrecían tal entretenimiento al público”.

Esto está escrito en un blog que se llama “Consuelito y otras Bellas del Cuplé”, como suele ocurrir cuando uno descubre algo así su cabeza se dispara dependiendo de lo que ande una indagando en ese exacto momento. Si, estoy muy interesada en el cuplé, pero como se sabe mi trabajo hasta ahora giraba en torno al dandysmo y el contragénero, más bien al dandysmo y la mujer sin querer hablar de la mujer. El hecho de que sean precisamente “petimetres”, esto es, protodandys, y majas, esto es proto dandys también y proto cupletistas, me hace cuestionarme algunos asuntos que podrían ser una nueva tesis de trabajo.

Buscando la etimología de maja encuentro, mucho antes, la de “majo”: Según el Diccionario de Terreros, en 1787 majo sería:  “Guapo, balandrón, fanfarrón, garboso, petimetre”.

Será un producto típico de los barrios más castizos de Madrid, Lavapies, el Rastro y Maravillas. De majo pronto se paso a maja, pero da la sensación que la maja era algo más grosera descarada, gritona y perfectamente identificable. Su traje, a decir de los expertos, se componía de: ” chaquetilla; basquiña (nombre que se le daba a la falda exterior femenina, siempre de color negro) hasta el tobillo que podía ir adornada con encajes, galones o volantes; medias blancas, que se podían entrever por la basquiña; y zapatos de tacón o bailarinas adornados. En cuanto a la decoración de la cabeza, solían llevar redecilla, cofia con cintas y a menudo velo o mantilla, una prenda de fuerte identidad española, y sugerente, al dejar entrever el rostro”. Este atuendo plebeyo se verá revalorizado con las invasiones napoleónicas y entrará a formar parte de la indumentaria de las clases más altas hasta ser sí­mbolo identificador nacional, sobretodo la mantilla.

maja
Maja

No obstante lo que llama la atención es, y volviendo la cuplé, que sean los actores cómicos los que tengan licencia para tratar asuntos picantes y normalmente no aceptados por, o en, los convencionalismos sociales. Y llama la atención también que, y siempre según el diccionario, los que cantaban las tonadillas no eran “majos” sino “petimetres” a secas. Un término que da mucha más amplitud a la posible indumentaria. Según la wiki un petimetre es: “un personaje tipo que aparece de vez en cuando en obras de ficción. Es una persona que suele, fastidiosamente, vestir excesivamente elegante y darse aires, aspirando a que lo vean como un aristócrata.”

Es obvio que los petimetres son los abuelitos de los dandys, con mis reservas y todo, creo que así­ es. Entonces podríamos afirmar que las majas son las abuelitas de las dandys, y un escalón entre mis dandys de los años 20 (creo que ya expuestas ampliamente en la tesis) y estas majas, podrían ser las cupletistas, pues al fin y al cabo tendrán ellas ciertas licencias, que aprovecharán sobradamente, para hablar de cierta libertad sexual, de cierta manera diferente de vivir, de cierta teatralidad descarada, de cierta mascarada y de cierto permanente estado de alerta y estética de la negatividad.

Incluso podríamos afirmar, ya descabelladamente, que estas majas podrían haber sido, en manos de un

petimetre
Petimetre

Diderot, perfectas excusas para decir lo que uno le daba la gana de todos los asuntos que el gran philosophe trataba. Entre ellos, por supuesto, la erótica, las pasiones, el deseo y la libertad de los individuos. Además no olvidemos que Diderot, tal y como lo retrata  Philipp Blob, en “Gente Peligrosa” será, junto a su cí­rculo, un feminista de pro ya que abogaba por la educación de las mujeres en oposición directa a su amigo perdido para siempre Rousseau, Entonces, y dado que a Diderot le encantaba el teatro y escribía teatro, y dado que no pudo publicar muchí­simas cosas, que sí escribió, debido a la férrea censura de su tiempo y el peligro evidente de quedarte sin pescuezo (o sin alguna parte preciada de tu cuerpo) si osabas decir muchas cosas que la iglesia consideraba perniciosas y peligrosas, podría ser que él hiciese que sus personajes petrimetescos (que no majos claro que aún estamos en Parí­s) dijeran así­ entre broma y no broma, todas las cosas que él realmente pensaba.

Sin duda sería la mar de inspirador. Un camino más o menos libre y supuestamente polí­ticamente ineficaz, que permitiera una libertad de expresión sin antecedentes. Más o menos lo que harán las cupletistas, en canciones y en vida, y lo que luego harán las artistas, en obras, poemas, cuadros y, sobretodo, en sus mismas vidas hechas obras de arte.

Me da a mi que en España es mucho más interesante indagar un posible hilo de dandysmo femenino en el mundo de las cupletistas (el asunto copla, que también interesa se complejiza grandemente) que buscar artistas del pincel… mejor quedarnos con esos cafés cantantes que tanto frecuentarán los pintores y escritores del momento, cafés cantantes en los que las artistas serán siempre ellas….

CONTINUARÁ