The Missing, peliculón, but
Nuevo Mexico 1884. Cate Blanchet, bellísima, vive, con sus dos, igualmente bellísimas hijas, en mitad de ninguna parte, en un paisaje maravillosamente duro. Hay un hombre pero no es el padre de las criaturas. Aparece un indio que no es tal indio y sí es el padre de Cate. Ella es sanadora. Ella no quiere saber nada de su padre y lo echa de allí el mismo día que salen su amante, ese hombre sin importancia alguna, y su hija, la mayor que va a buscar un mundo algo más civilizado, o simplemente civilizado. Cate, estoicamente, pasa la noche en el porche (xata volvere al ocaso le había dicho él), con un mortal frío y una escopeta. Al amanecer un caballo anuncia mal rollo. Y efectivamente: la chica que sale a todo galope, el frío que continua, la niebla que no deja ver y, por fin, parón musical y un reguero de cadáveres que va encontrando, entre ellos, ese hombre que nada importaba, el pobre, descuartizadito y metido en una saca de pieles colgando malamente de un árbol.
Obviamente el padre este, amago de indio, es un auténtico salvaje, pero, y también obviamente, este descuartizamiento general solo lo puede haber hecho un indio-indio. Y eco, dicho y hecho. El padre reaparece y, poseedor de las artes del rastreo apaches, decide, no sin cierto forcejeo, ayudar a su hija a rescatar a su hija de manos de un brujo, este si que indio-indio, que quiere venderla en la frontera mejicana como prostituta. Y ahí comienza el tomate.
Final, pueden adivinarlo. Brujo despeñado, y nos costó que conste; padre pseuo-indio, Tomy Lee Jones, también despeñado; resto de indios, todos, muertos, mejicanos, todos, muertos. Vivas, lo que se dice vivas, y sin un rasguño, las muchachas, bellas, bellísimas, católicas practicantes, familiares, y devotas, de fuerte carácter y férreas convicciones. Las tres se abrazan en un plano final que comienza medio para hacerse gran plano general. Fundido a negro. Créditos.
Conclusión, nos ha costado, hemos sufrido pero lo logramos. Ni un gramo de sabiduría no demostrable por la lógica ha quedado en el paisaje.
Let’s go home!
Pues eso.
Nuevo Mexico 1884. Cate Blanchet, bellísima, vive, con sus dos, igualmente bellísimas hijas, en mitad de ninguna parte, en un paisaje maravillosamente duro. Hay un hombre pero no es el padre de las criaturas. Aparece un indio que no es tal indio y sí es el padre de Cate. Ella es sanadora. Ella no quiere saber nada de su padre y lo echa de allí el mismo día que salen su amante, ese hombre sin importancia alguna, y su hija, la mayor que va a buscar un mundo algo más civilizado, o simplemente civilizado. Cate, estoicamente, pasa la noche en el porche (xata volvere al ocaso le había dicho él), con un mortal frío y una escopeta. Al amanecer un caballo anuncia mal rollo. Y efectivamente: la chica que sale a todo galope, el frío que continua, la niebla que no deja ver y, por fin, parón musical y un reguero de cadáveres que va encontrando, entre ellos, ese hombre que nada importaba, el pobre, descuartizadito y metido en una saca de pieles colgando malamente de un árbol.
Obviamente el padre este, amago de indio, es un auténtico salvaje, pero, y también obviamente, este descuartizamiento general solo lo puede haber hecho un indio-indio. Y eco, dicho y hecho. El padre reaparece y, poseedor de las artes del rastreo apaches, decide, no sin cierto forcejeo, ayudar a su hija a rescatar a su hija de manos de un brujo, este si que indio-indio, que quiere venderla en la frontera mejicana como prostituta. Y ahí comienza el tomate.
Final, pueden adivinarlo. Brujo despeñado, y nos costó que conste; padre pseuo-indio, Tomy Lee Jones, también despeñado; resto de indios, todos, muertos, mejicanos, todos, muertos. Vivas, lo que se dice vivas, y sin un rasguño, las muchachas, bellas, bellísimas, católicas practicantes, familiares, y devotas, de fuerte carácter y férreas convicciones. Las tres se abrazan en un plano final que comienza medio para hacerse gran plano general. Fundido a negro. Créditos.
Conclusión, nos ha costado, hemos sufrido pero lo logramos. Ni un gramo de sabiduría no demostrable por la lógica ha quedado en el paisaje.
Let’s go home!
Pues eso.