what we want is free
“To give and to help;
to provoke,
catalyze,
and enable;
to be of service,
to be responsible,
to better and to improve,
to contribute to betterment;
to give food”¦ to give “voice.””

– Mary Jane Jacob

Felix Gonzalez Torres regalaba carameletes y Ben Kinmont hací­a lo que llamó “acciones callejeras” en las que entraba a cualquiera que viera y se le ofrecía, muy cortésmente, para realizar las labores del hogar, del hogar de ese cualquiera se entiende. Un proyecto que se llamó Flood, creado por el grupo HaHa en 1992 se dedicó a dar a su audiencia todo tipo de bienes y servicios. Realmente Flood fue un jardí­n hidropónico en el que cultivaron verduras varias. Todas las verduras fueron cedidas gratuitamente a un hospital de afectados del SIDA.

Ted Purves se pregunta simplemente; ¿qué pasa que a los artistas les ha dado este prurito de regalar cosas a todo el mundo? Incluso sus más tiernos estudiantes, que no tenían ni idea de lo que se andaba cociendo en “la escena” como quien dice, elaboraban unos proyectos en los que compraban té helado para dar al que se cruzaban, invitaban a cualquiera a pasar el día a sus casas, o se las pasaban conduciendo por la ciudad y ofreciéndose a los desesperados esperantes del servicio público de autobuses (algo irregular yanki como sabemos). Pero, una vez más, ¿por qué?

Obviamente el arte siempre ha huido de la ruindad de hacer girar tu vida en torno al intercambio monetario, por castrante, empobrecedor y ordinario. Purves nos recuerda el texto de MarcelMauss “The Gift” y el de Jacques Derrida, “Hospitality”. Más recientemente Lewis Hyde ha re-escrito otro “The Gift” (1979) extendiendo el estudio de Mauss hacia el mundo del arte y afirmando que los artistas continúan ciertos mecanismos de las sociedades basadas en la “gifteconomy” (se entiende y no encuentro el término justo para gift en este hilo). Ya en el 2001 “IlThe Gift) emplea el aparato de las exposiciones para combinar el mundo del arte del siglo XX con una re lectura de textos filosóficos que subrayará los retos sociales, la economí­a y las propiedades esenciales del “gift” en el pensamiento y la sociedad occidentales.

Pero lo que le interesa a Purves es el salto desde la teorí­a a la práctica, desde la reflexión, o la posibilidad, hacia lo efectivo de hacer una obra que sea, ella misma, el regalo, la generosidad de un gesto altruista que se te ofrece por la cara, o el abastecimiento mensual de lechugas frescas de una huerta que no necesita ni tierra para hacer que estas crezcan. En fin un mundo de maravilla que se experimenta desde el terreno del arte. El cambio no será solo, claro, del artista, la audiencia deja de ser la pobre eternamente alucinada y lejana para ser precisamente la que disfruta de tal generosidad. Como no podrí­a ser de otra manera Purves cita a Borriaud y su “estética relacional”, pero, menos mal, tampoco él le salvará. Poco o nada aporta una estética diseñada para la galerí­a al hablar de unas piezas que no sólo transforman el role de la audiencia sino que van a donde está audiencia hace su vida al día, sin pedirle que sea ella la que salga y se ponga pintona y se deje ver por una snob galerí­a.

Desde lo que llamaremos “arte expandido” todos estos cambios, de localización, de role de audiencia, de fines y propósitos, de medios y estrategias, comenzaran en los 60’s y en los 70’s y querrán describir todos esos cambios en las nuevas piezas que se dejarán influenciar por los happenings, los performances y la escultura social sin ser ni happenings, ni performances ni esculturas sociales.

La audiencia es la clave de estas piezas, sin ella la pieza no podrí­a existir, no sería nada, y el artista así­ no puede ser el creador por más tiempo sino una suerte de colaborador espontáneo, no sé si enloquecido o muy pillo. La práctica estética, de la mano de estos ángeles por un día a cambiado igualmente, no le queda otra la verdad.

Este cambio estético lo analizará la veterana Mary Jane Jacob, comisaria de la exposición del 93 de Chicago (consultar “One Place after Another”), afirmando que todas estas nuevas piezas son piezas de “conversación” y no de “exposición”, a la dieciochesca. Bill Arning que le sigue no tiene tan claro la cuestión de la disolución de este artista ángel-colaborador-altruista, para él (quien le roba la frase a otro lúcido alumno) “todos podemos ser artistas pero, curiosamente, va a tener que ser un artista quien pueda decir que todos podemos ser artistas”. Luego hablan Kate Fowle y Lars Bang Larsen, tampoco se acaban de fiar y siguen viendo en estos actos una suerte de excedente de una sociedad opulenta y quizá apunto de estallar. Y al final el mismo Ted recorrerá una serie de “producciones artí­sticas” y de “actos artí­sticos” que a través de las lentes del situacionismo y de la investigación antropológica ven nuevas posibles formas de sociedad convirtiendo los actos en un juego (aquí­ yo también me pierdo la verdad, cuando lo lea seré más clara lo juro)

Luego, en la segunda parte del libro, serán los propios artistas los que intenten defender-exponer su postura y su modo de hacer, a través de entrevistas, de sentencias varias, de auto biografí­as y demás; Jeanne van Heeswijk, Ben Kinmont, Cesare Pietroiusti y Jörgen Svenson, todos le han dado a esto del intercambio, del compromiso social y de la transformación de la audiencia en la última década.

La tercera parte “el manual del arte basado en el intercambio y el regalo” (en inglés queda mucho más digno: “The Handbook of Gift and Exchange-Based Art”), es un trabajo de estudiantes del California College of Arts and Crafts. Una historia del asunto, hasta llamada por Tedenciclopedia”, un compedio lo más amplio posible de lo que hasta la fecha se ha hecho.

Las intenciones, comenzar a hablar del asunto, como remata Jörgen Svensson; “el fenómeno en un más amplio nivel va sobre comida, sobre el encuentro de unos con los otros, y sobre la oportunidad de mejorar la comunicación”. El libro no habrí­a de ser más que eso, una pequeña parte de un fenómeno mucho más amplio. Y creo, aunque acabo de empezar, que merece la pena.

(recuerdo y que no se me vaya, el libro de lo diggers que lo tengo por ahí… “Ringo Levio” de Emmett Grogan. La versión española acaba de ser editada por pepitas de calabaza, bueno no la versión, sino un libro sobre los diggers…..)