De L´art de Parar i de L´escoltar
„… perí² si a l´art no le estí permés dirigirse cap a cambiar les condicions
de la vida real de las persones no li trovo l´interés“.
Adrian Piper, 1998
L´orígen grec d´oci és scholé, així² és: parar-se. Parar-se per concentrar-se en la formació no utilitaria de la persona, en la clara demarcació entre „viure“ i „viure bé“, entre „sobreviure“ o ser un mestre consumat en l´art de la vida.
Aquest art de la vida ha de ser una tasca continuada sobre el propi jo, una atitud i un desenvolupament de la nostra potencia d´actuar, aquesta potí¨ncia que es veurí augmentada o dismunuida depenen de les relacions que establin amb la resta dels cosos.Volem un oci transformat en una continuada recerca de relacions que, com apuntaría Spinoza, augmentan la nostra potí¨ncia d´actuar per generar passions alegres.
Malgrat l´artista hagi estat llegit com un geni aillat, consumat dandy construí¯t a contracorrent, creiem que ha arribat el moment de qí¼estionar la renombrada solitaria negativitat de la seva activitat i abogar per una nova estí¨tica dialí²gica que busqui generar un „comú“ tan sols possible amb unes maneras de relació capaces de fer surgir aquestas passions alegres.
Un cambi en la comunitat no podrí tenir lloc a menys que cambiem nosaltres mateixos, a menys que aprenguem l´art de la conversació, que no és altre cosa, que el sutil „art de parar i escoltar“.
El origen griego de ocio es scholé, esto es, pararse. Pararse para concentrarse en la formación no utilitaria de la persona, en la clara demarcación entre „vivir“ y „vivir bien“, entre „sobrevivir“ o ser un maestro consumado en el „arte de la vida“. Este arte de la vida ha de ser una tarea continuada sobre el propio yo, una actitud y un desarrollo de nuestra potencia de actuar, esa potencia que se verá aumentada o disminuida dependiendo de las relaciones que establezcamos con el resto de los cuerpos. Queremos pues un ocio transformado en una continuada búsqueda de relaciones que, como apuntaría Spinoza, aumenten nuestra potencia de actuar para generar pasiones alegres. Y aunque el artista haya sido leído como ese genio aislado, consumado dandy construido a contracorriente, creemos que ha llegado el momento de cuestionar la renombrada solitaria negatividad de su actividad y abogar por una nueva estética dialógica que busque generar un común sólo posible con unos modos de relación capaces de hacer surgir esas pasiones alegres. Un cambio en la comunidad no podrá tener lugar a menos que cambiemos nosotros mismos, a menos que aprendamos el arte de la conversación que no es otro que el sutil „arte del parar y del escuchar“.
este texto está expuesto en ACVIC donde se mostró el resultado del taller QUAM 2010