De Lacy a Valcarcel, I
Guillermo Gómez-Peña dice que ya no es suficiente hacer arte, que vivimos un estado de emergencia que requiere cierta reacción, reacción que ha de conllevar, inevitablemente, sacar los pies del estricto terreno de lo que venimos en llamar Arte. Albert Camus asegura que el arte no puede ser un monologo y que pese a la generalizada suposición de ese mítico destino eternamente solitario del autor, el hombre sin derecho alguno a la soledad es, precisamente, el artista. Suzi Glablik habla de que la única vía posible para „cierta cura mundial“ (worldhealing) debe comenzar con la bienvenida del otro o de los otros. Adrian Piper asegura que la recepción de sus piezas obra un proceso en cadena que se activa con cierta „semi-racionalidad“, que llama ella, disparada cuando cada espectador se enfrenta a ella inaugurando una suerte de efecto dominó. Todos ellos asumen su responsabilidad social, abogan por un arte de diálogo, buscan nuevos roles más apropiados para nuestros tiempos y procuran hacer viable, o digamos válida, su misma acción como artistas.
Lo que me sigue llamando la atención es la aseveración, también de Gablik, de que „muchos artistas ahora rehusan la noción de una práctica impregnada en cierto exhibicionismo narcisista como objeto básico de su práctica artística“. Suzi Gablik, afirma esto en „ConnectingAesthetics: ArtafterIndividualism“, y pese a ser un artículo admirable y generar un discurso más que sensato, creo que en este punto y otro que ya comentaré, se excede de positiva. La cuestión es que yo no tengo tan claro que esto sea realmente así, es más, me da la sensación de que está supuesta participación, colaboración, expansión y diálogo está generando una corriente equivocada, al menos, distorsionada, y acaba uno participando en una pieza como obrero de la construcción, pasando un buen rato, o no, y quedando para los anales de una historia que solo será contada amparada en la institución y que antes o después será vendida también, y pese a las buenas intenciones, por un puñado de dólares.
La cuestión, pese a todo, este optimismo de salida, está muy bien, y se salva por honrosos ejemplos de buen hacer artísttico. Obviamente en el caso de Suzanne Lacy me quito el sombrero por que su obra si es coherente con esta intencionalidad tanto de desmontar esa heroicidad perdida del solitario artista como la de expandir las audiencias y salir de los lugares específicamente „artísticos“. Además Lacy es capaz de aprovechar lo que este engranaje tiene de bueno, que algo tendría que tener claro está, aprovecha la „neutralidad“ de los espacios específicamente artísticos para hablar, con o sin palabras, dependiendo del caso, de temas peliagudos (que siempre son los temas que interesan)
Lo que me sorprende es que nadie o casi nadie de las personas con las que hablo (en España) conoce a Suzanne Lacy quien, desde los primeros 70, no ha parado de hacer proyectos y propuestas en los que ha implicado a amplios sectores sociales, piezas, si es que puedo usar está envarada palabra, obras-proyectos, más bien, que se han ido desarrollando en un plazo de años y que, si seguimos siendo optimistas, han variado ciertas situaciones, aunque solo fuera un poquito, en cierta repercusión ulterior. Creo que ella si es coherente con sus posicionamientos teóricos, y también creo que un altísimo porcentaje de artistas, por desgracia, y contraviniendo a Gablik, aun siguen en ese narcisismo que ya no se sostiene.
Y si no escuchen a uno de los artistas, de los pocos, de este país, que sí se pueden llamar „artistas“, a la camus, y quien dice maravillas del tipo „darle caña a los creadores“, „culpable primero el autor o la autora que se ha subido al carro“, „por favor no le den pan comido a los políticos, no hagáis vanguardia asimilable por la política“, „a mi los artistas me la refanfinflan“, „no es un don, todos los somos en potencia“ …
Volveremos sobre este vídeo que es „IMPRESCINDIBLE“