“The artist is always beginning” Ezra Pound once wrote. “Any work of art which is not a beginning, an invention, a discovery is of little worth. The very name Troubadour means a ‘finder,’ one who discovers.
Ezra Pound, 1926

Se ha debilitado la oposición sobre la que descansaba desde hace un siglo la crí­tica artí­stica: la oposición entre intelectuales y hombres de negocios y de producción, entre artistas y burgueses.
Boltanski y Chiapello, 2002[1]

Ezra Pound escribirí­a en las primeras décadas del pasado siglo XX, make it new, instigando a todos a hacer cosas nuevas de modo permanente. Por su parte Andre Breton, con su contundencia habitual, dirá, “hay que ser permanentemente moderno”. Ambos buscaban, como tantos otros representantes de la vanguardia heroica, epatar al burgués. Ambos querí­an transformar una sociedad perfectamente estructurada, llena de seres grises, organizados, responsables y perfectamente previsibles. Esa sociedad necesitó y busco la estandarización, ya no sólo de los métodos de producción taylorista, sino también de las vidas de los ciudadanos medios. Fue una sociedad de una primera idea de burguesí­a muy acorde con el concepto Weberiano expuesto en “la ética protestante y el nacimiento del capitalismo”.

Al correr del tiempo todo esto cambió. El fordismo se afianzará con más fuerza tras la segunda guerra mundial, un fordismo que ya no se referí­a a las cadenas de producción sino al empleo del tiempo de reproducción. Pero este afianzamiento llegó a un callejón sin salida, el tipo que compraba un coche para toda la vida ya no suplí­a las necesidades de un mercado que se iba acelerando cada día más. Así­ surgirá un nuevo modelo, o se hará surgir un nuevo modelo de burgués, uno que ya no compra un coche para toda la vida sino que compra un coche cada tres años. Un tipo al que le gusta cambiar de camisa, y de silla y de plato. Un tipo que viaja, que cambia de mujer, de barrio. Un tipo que debe ser, ante todo, y sobre todo, flexible, mutable, cambiante.

Curiosamente el primer reclamo vanguardista se hará ahora reclamo generalizado. Como todos hemos de ser diferentes para satisfacer al glotón mercado la exigencia de la diferencia de primeros de siglo ha cambiado de signo, ya no es una subversión sino un fiel seguimiento de cierta imposición oculta pero real. Se exalta la creatividad, como afirmará Nestor García Canclini, en los nuevos métodos educativos, en las innovaciones tecnológicas y en la organización de empresas, en los descubrimientos cientí­ficos. Se fomenta la creatividad, la imaginación, la autonomí­a para reubicarse en un tiempo de cambios veloces. …. “Los estudios de Luc Boltanski y Eve Chiapello muestran cómo las empresas se apropian de aportes creadores de las artes y del pensamiento estético para renovarse. Surgida en “el modo de vida bohemio” y reactivada en los años 60 del siglo XX, la crí­tica de los artistas señalaba el desencanto, la inautenticidad, la opresión vital y la pérdida del sentido de lo bello y lo grandioso derivada de la “estandarización y mercantilización generalizada”.[2]

Ahora, sin embargo, la clase creativa ha sido conceptualizada por Richard Florida comm el principal motor impulsor del desarrollo económico de las ciudades post-indusrtiales de los Estados Unidos, unas ciudades que sirven de modelo al resto del mundo conectado.  La calse creativa parece surgir de modo orgánico pese a estar perfectamente programada. Una clase que es cool e innovadora, que lleva piercing y tatuajes, una clase que ha asimilado y naturalizado cualquier signo de contracultura. Asistimos, como dirí­a Yaiza Hernández a un proceso masivo de terciarización.

Y ante este panorama recordamos a Octavio Paz cuando decía, “el arte es una de las formas más elevadas de existencia siempre y cuando no se caiga en la doble trampa: la de hacer de una pasión una prisión y de una misión una profesión”. Ahora muchos jóvenes siguen viviendo envueltos en la retórica de la vanguardia, prisioneros de cierto romanticismo que hace más llevadera una vida de dedicación plena a los estrictos mandatos de un mercado insaciable.
gloriaGduran


[1] BOLTANSKI, Luc y CHIAPELLO, Eve (2002): El nuevo espí­ritu del capitalismo. Madrid, Akal, Cuestiones de Antagonismos. P. 439

[2] GARCÍA CANCLINI, Nestor: Lectores, espectadores e internautas. Gedisa Edciones, Barcelon 2007. P. 51