Como apuntaba un blogger en Brokencity, Willats estaba haciendo proyectos relacionales cuando Bourriaud no tenía ni quince años. Lo curioso es que tanto este tipo como yo andamos inmersos en la lectura de ConversationPieces de Grant H. Kester, un libro en el que se toma a Willats como ejemplo primero a la hora de hacernos entender lo que el entiende por estética dialógica. Nada, absolutamente nada se dice de Bourriaud, nada absolutamente nada de su estética relacional. y es que me da a mi que al Kester también le da el nervio cuando se toca este tema. Por que, evidentemente, poco o nada se dice de la exposición de las piezas surgidas tras estos diálogos que las gestan. La estética dialógica me gusta, me sirve, hasta diré que me la creo, pese a que, obviamente, seguimos hablando de un sujeto que se inmiscuye en una comunidad para, a partir de ciertas cuestiones, buscar una solución consensuada a tales cuestiones, o al menos intentarlo, y, este sujeto, el artista, sigue conservando cierta excepcionalidad. Además de grandes dosis de trabajador social. Sin embargo, como siempre creí­ que el arte era una comunicación, y nunca vi comunicación alguna en cuadro alguno de museo alguno de los miles en los que he estado, pues, insisto, estoy fascinada con esto de la estética dialógica.

Además ahora que ando tomando notas de los múltiples proyectos de Willats no puedo evitar que me venga a la cabeza un artículo de Ranciere de “Participate”, en el que dice que no es que la gente no sepa de su miserable situación, es que, simplemente, no se saben capaces de tomar partido en sus mismos destinos y cambiar, aunque sea levemente, sus vidas cotidianas. Conseguir que una comunidad consiga que sus integrantes se hagan sujetos instituyentes es ya un logro. Y si no creemos en esta pequeña utopí­a, y vuelvo a remitirme a Piper, I can not see where is the point (about art, of course)

(Por cierto que todo esto lo uniré con los salones del siglo XVII como espacios de debate con unos códigos de sociabilidad preestablecidos y un desarrollo del arte de la conversación, quizá el arte que realmente se desarrolla en estos dialogicos proyectos. Ahora nos queda la duda de la recepción y la permeación social de estos intentos de consensuar opiniones y buscar soluciones a problemas concretos con una polifoní­a de opiniones. Ese es el quid de la cuestión, una cuestión, como se ve, muy pero que muy modal. Etamos en ello y ya tenemos algún que otro viso de luz, no muy claro, pero viso al cabo.)