La excentricidad es desenfrenada, salvaje y ciega. Es la revuelta del individuo contra el orden establecido, a veces contra la naturaleza: aquí nos acercaríamos a la manía. El dandysmo, por el contrario, mientras que aún respeta las convenciones, juega con ellas. Aunque admite su poder, lo sufre y se venga de él, y las declara una excusa contra ellas mismas; las domina y es dominado por ellas –doble y mutable carácter.

Jules Barbey D´Aurevilly, Le dandysme.

“Desde el romanticismo, como afirma Albert Camus, la tarea del artista no consistirá solamente en crear un mundo, ni en exaltar la belleza por si sola, sino también en defi nir una actitud. Esta habrá de ser la «actitud de la modernidad», una actitud cuyo esbozo, como lo ve Foucault, ya fue señalado por Kant en su artículo ¿qué es la Ilustración? de 1784.

Dirá el francés «…me parece que puedo reconocer en él (el texto kantiano) un punto de partida: el esbozo de lo que podría llamar la actitud de la modernidad».

La modernidad será entendida pues como esa actitud, ese ethos, un modo de relación con y frente a la actualidad, una manera de pensar, sentir, actuar. El hombre de la modernidad, ejemplificado por Baudelaire en El pintor de la vida moderna por Constantin Guys, ya no podrá ser un inactivo fl âneur, el hombre de la modernidad deberá transformar lo real en un ejercicio de libertad. Pero, además, deberá establecer un modo de relación consigo mismo, una tarea constante.

Habrá de tomarse a sí mismo como objeto de una elaboración ardua y compleja; habrá de transformarse en, tal como lo nombra Baudelaire, un dandy. El ascetismo en el que el dandy debe vivir, hará de su cuerpo, de su comportamiento, de sus sentimientos y de sus pasiones, de su existencia toda, una obra de arte. Esta focalización en la actitud transforma el mismo acercamiento al concepto de arte, que hemos de comenzar a leer como una forma de vida, un posicionamiento ante la vida que inaugura el pintor de la vida moderna, el dandy, un ser aristocráticamente superior que se hace «yo-como-arte» y equipara el arte a la vida y viceversa.

El dandy crea su propia unidad por medios estéticos, pero es una estética de la singularidad y la negación. Por función el dandy es un oponente, sólo se mantiene en el desafío. No puede, ni quiere, ser reducido a un solo signifi cado, su rol es uno en permanente reinvención, sólo se verá sostenido por la persistente oposición a cualquier estándar de normalidad. Un ser sin un centro claro que se aposenta en la sistemática negación, en ese despliegue de negatividad como manifestación de la autonomía moderna.

Ahora bien, si esto es, en esencia, la actitud de la modernidad, nos planteamos, por qué el dandysmo ha sido concebido, como han insistido desde Benjamin hasta Barthes pasando por todos los teóricos que se han acercado al fenómeno, como esencialmente masculino.

Por qué la mujer será leída como una infradandy si, precisamente el dandy, en su búsqueda de epatar al burgués, de tergiversar y romper la norma, renuncia a su masculinidad, usurpa muchas de las armas de las mujeres y quiebra la tajante dicotomía entre ser un hombre y ser una mujer.”

Capítulos:

  1. Dandysmo.
  2. Que es un dandy.
  3. Dandysmo y contragénero.
  4. La artista dandy de entreguerras.
  5. Algunas notorias dandys.
  6. Rupturas en dandy.
Dandysmo y contragénero.

Elsa von Freyatg-Loringhoven, Djuna Barnes, Florine St tetheimer y Romaine Brooks.
De Gloria G. Durán.
Infraleves, 11. Colección dirigida por Fernando Castro Flórez

ISBN: 978-84-96898-72-1
Cendeac, Murcia. 2010