roger de bussy rabutin

De entre la larga lista de exilados de la corte de Luís XIV Bussy será el más tenaz en su persecución del favor real, una tenacidad está que le valdrá más bien poco pero que, parece ser, dio sentido a toda una vida. Todas las cualidades que harán al gran sol expulsarlo de su corte, su atracción incontrolada hací­a el sarcasmo y la ironí­a, su pasión por el cotilleo de pasillo, serán las mismas que insistirá en preservar para poder regresar a la corte. Nunca un aristócrata real elegirá el camino fácil para sus contiendas, más vale no obtener el favor real que perder el honor. Durante más de 20 años se esforzará en seguir conectado al mundo social de Parí­s y a Versailles sin bajar la guardia ni un sólo momento e indiferente al ridí­culo de muchos de sus iguales y a la manifiesta indiferencia de sus superiores. Pareció ejercitarse en la retórica de la cabezonerí­a, no con el objetivo agradar sino, y precisamente, con el propósito opuesto, desagradar sin rozar jamás la ordinariez, ser descortés manejando el arte de la cortesí­a como un auténtico espadachí­n.

Antes de su forzado exilio en 1666 Bussy-rabutin se hará famoso por sus devaneos con todos los personajes ilustres de mala reputación, lo que Richelieu llamaría los “malos nobles”. Un fanático de la honníªteté se esmerará en preservar un lugar de honor entre los honníªtes gens. Sus estrategias para la auto promoción, que esboza con sumo cuidado en la introducción de sus memorias, se basaron siempre en la importancia que concedía a la sociabilidad, a la conversación, y a la charleta. Se hizo muy conocido en los salones por sus agudas aportaciones a al conversación, y por sus piezas escritas tras las reuniones sociales. Todos sus escritos anteriores a su famoso Historie amoureuse des Gaules son de este tipo – máximas, elegantes traducciones de poetas latinos, e imitaciones satí­ricas de las “carte de tendre” de Scudéry que el mismo llamará, “carte du pays de braquerie”. Las gentes de ese selecto mundo harán juegos de sus escritos, se los pasaban, hablaban de ellos, provocaban la risa de muchos, eran trajinados y luego, rápidamente, olvidados. En el tiempo en el que andaba escribiendo el libro que dará con sus huesos en el calabozo, primero, y en su castillo, después, Bussy-Rabutin ya era un personaje conocido tanto por su arte en la conversación como en la escritura. Pero el escándalo de Historie amourese des Gaules hizo que su figura solo pudiera ser nombrada en los estrechos cenáculos de las conversaciones galantes.

Una colección de anécdotas satí­ricas escritas para entretener a unos cuanto amigos a expensas de otros tantos amigos, la Historie amourese des Gaules fue copiado sin permiso del autor. El rey lo leyó, un año después, en 1666, en ese instante Bussy fue encarcelado en la Bastilla y en el 67 exilado, definitivamente, a su condado. Aunque se jactaba de haber sido muy bueno prediciendo las subidas y las bajadas de muchas reputaciones, no fue capaz de calcular hasta que punto la suya propia iba a caer y a sumirlo, a decir de muchos cortesanos, en la indignidad y la incomprensión. No sabemos que pensarían los no tan cortesanos, o los malos nobles de dudosa reputación, pero, habiendo sido estos asiduos a las mismas orgí­as (como la famosa de Roissy) imaginamos que, básicamente, le echarían de menos. Los 25 años siguientes, los que le quedaban de vida, serán dedicados, ya no sólo a intentar lograr su derecho al regreso, sino a evitar a toda costa lo peor que le podía pasar a un aristócrata de le monde, ser olvidado.

Un libertino satí­rico y, también, un perfecto honníªte homme y maestro en el arte de la sociabilidad,