Hace tanto que no escribo y hace tanto que tengo ganas de escribir que ya no sé si darme a la deriva o intentar ligar esto, de algún modo lógico, con lo último que escribí­ y, además, organizar la parte de las páginas, ósea, completar lo que creo deberí­a quedar en el sector más serio de está extraña página en la que nadie encuentra nada.

Pero no voy a hacer nada de eso. No señor. Me voy a dar al excelso placer de escribir exactamente lo que quiera. Y lo que quiero no habrí­a de incluir lo que llevo haciendo todo el día, a saber, escribir pequeños parrafitos sobre el arte de contexto para el trabajo de gorgolitas que anda rematando Tais Bielsa, del que daré buena cuenta en su día y colocaré, como se merece, en un lugar destacado de esta página. Tampoco habrí­a yo de escribir sobre la auto construcción, sobre el practivismo, sobre si matamos de una vez por todas el movimiento y sobre otros muchos asuntos que me ocupan en estos momentos. Y estos asuntos que a mi me ocupan lo hacen porque en breves parto a cruzar el Atlántico en un avión rumbo a San Francisco donde estaré unos tantos días con los Todo por la Praxis. Allí­ haremos muchas cosas, yo por mi parte lo que haré es lo que hago últimamente, esto es, escribir y entrevistar. También daremos una conferencia. De todo esto también daré buena cuenta, pero no ahora. Ahora no porque me obligaría a poner links y explicar muchas muchas cosas. También podrí­a hablaros de la plataforma L.A.L.A., de Martin Sastre y de Miss Tacuarembó, pero de ello os hablará mucho mejor Tommaso, que para eso él es L.A.L.A. Podrí­a incluso hablaros del parrafito, otro, que acabo de escribir para la promoción de mi nuevo librito, “Baronesa Dandy Reina Dadá”, que por fin y ya para siempre tiene forma fí­sica, existe como objeto, es una realidad tangible que yo aun no he tocado pero tocaré. Esto, también, quedará en el tintero.

De lo que si quisiera hablar es de Fernando el Católico, ja!, ahí queda eso. Me he enganchado de modo casi peligroso a la serie de Isabel. Y en principio lo hice por Isabel, regia dama educada con esmero y que ni por asomo esperó a que le dijeran como tenía que ser y fue lo que ella decidió, quizá demasiado católica para poder ser dandy, recordemos que el dandysmo se asienta en un profundo anticatolicismo, pero lo suficientemente brava y cultivada, astuta y tenaz como para llamar mi atención. No obstante al final quien me interesa es su marido. Y no por serlo sino porque de algún modo tal tipo, apuesto, gallardo y follador, inspiró a Maquiavelo para su “El prí­ncipe” e inspiró a Baltasar Gracian para su “El político”. Y esto amigos, esto, merece, cuanto menos un parón…. ¿qué tenía este tipo que tanto obsesiono a dos mentes preclaras como las de Maquiavelo y Gracian?

No tengo idea la verdad. Pero ahora tengo a mi lado un libro, el libro vamos, de Gracian y voy a ver si encuentro citas sustanciosas que, cuanto menos, nos hagan pensar.

El libro gracianesco fue impreso en 1640, en Zaragoza. Por esas fechas arrancaría la Fronda en Francia. Es un momento delicado para cualquier idea de preservación de la aristocracia basada en la virtud y la nobleza verdadera (en una onda muy Spinoziana, aunque aun no escribirí­a, o no había Spinoza escrito su Ética). “Ofrécelo su Autor”, advierte el Doctor Pedro de Albela, catedrático de artes en la universidad de Zaragoza, que este libro “de erudición curiosa, enseñanza advertida y polí­tica prudente, sin haber en él algo que pueda deslucir el nombre de el católico, ni ofender a las buenas costumbres” Y remata, “así­ lo siento, en Zaragoza, en Palacio, a 9 de noviembre de 1640”.

“Oráculo mayor de la Razón de Estado … Es el fundador de un imperio hijo de su propio valor; sus sucesores participaron de la grandeza…Prí­ncipe niño, se vio cercado en el castillo de Girona donde doña Juana, su madre, aquella castellana amazona que capitaneó tantos ejércitos en Navarra, Aragón y Cataluña. … De una heroica educación sale un heroico rey. Dura en la vasija largo tiempo el buen olor o mal olor del primer licor que tuvo. Crí­ese el prí­ncipe mirando siempre al lucimiento, a los brillantes rayos de la virtud y del honor… Entregó Fernando la juventud a la milicia y la senectud a la polí­tica. Atendió en sus primeros años a conquistar, en los postreros a gobernar. Piden las edades los empleos: compete el valor a la mocedad y la prudencia a la vejez….”

seguiremos indagando

pero al menos, aunque a trompicones, me arranqué a escribir

mañana más