2006 “Metrosexuality: See the Bright Light of Commodification Shine!
Watch Yanqui Masculinity Made Over!” The Great American Makeover:
Television, History, Nation. Ed. Dana Heller. New York: Palgrave Macmillan. 105-22.

TOBY MILLER

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la economí­a polí­tica de la masculinidad, aliada con la desregulación de la televisión han creado las condiciones para señalar a los hombres como nuevas mercancías de consumo, como objetos sexuales, como trabajadores, y como espectadores, gracias a las polí­ticas neoliberales que facilitan que el negocio de los media tengan como objetivo culturas especí­ficas. A los espectadores se les urge a gobernarse a si mismos a través de una ordenada preparación, del estilo, del placer – o la transformación de una auténtica pesadez en un acontecimiento especial-, y la incorporación de la diferencia no como una amenaza sino como una renovación

Metrosexualidad

En los 90 la división tradicional de los consumidores del primer mundo, por edad, raza, genero, y clase, fueron suplidos por categorí­as culturales, con los investigadores de los mercados proclamando que la década de los 90 era la del “nuevo hombre”. Los estilos de vida y la investigación psicográfica determinaron una diferenciación en consumidores: “moralistas”, “trendies”, “indiferentes”, “puritanos de clase trabajadora”, “gastadores sociales”, y “buscadores de placer”. Los hombres a su vez se subdividían en “pontificadores”, “auto-admirados”, “auto-explotadores”, “buscadores de regalos”, “camaleones”, “avant-gardicians”, “sonámbulos” y “pasivos duraderos”(5).  Algo estaba cambiando en el paisaje de la masculinidad yanki. El abigarrado cuerpo masculino estaba preparado para los trapitos como icono sexual y como consumidor, en modos que tomaban prestado pero, y también, excedían la misma comodificación de la forma masculina.El signo más evidente fue la emergencia del término “metrosexual”, un término que comenzó a cuñarse en la mitad de los 90 por un crí­tico queer Mark Simpson tars encontrar “el futuro verdadero (… y descubriendo que) estaba hidratado” (6)

Históricamente, el deseo masculino por las mujeres ha sido legitimado en exceso, mientras que el deseo de las mujeres y los mismos hombres por los hombres ha sido deslegitimado. El metrosexual representa un cambio grande en las expresiones, y representaciones, del poder, donde los hombres se ven sujetos  aun nuevo modelo de gobernanza y comodificación. Simpson llama a su discurso de metrosexualidad “sociologí­a sarcástica que no es buena para nadie”. Pero desde entonces se ha visto superada y utilizada -como una prescripción más que una descripción – porque promete una “demografí­a de grandes beneficios”, y garantía estimular “los publicitados sueños húmedos” (7) La metrosexualidad ha sido abrazada gozosamente por el occidente europeo, por Australia, por el Sur de Asia, por Latino América, y por los vendedores de USA. Fue declarada palabra del año en 2003 por la Sociedad Dialéctica Americana, por delante de “armas de destrucción masiva”, “periodismo incristado” y “autodefensa preventiva” (8). El metrosexual “puede ser oficialmente gay, heterosexual o bisexual, pero esto es intrascendente porque claramente se ha tomado a si mismo como su propio objeto de de amor y de placer como su preferencia sexual” (9). Promociona su vanidad que ofrece igualdad de oportunidades, a través de los cosméticos, de la tersura, de los productos para el cabello, de los locales de moda, de los gimnasios, de los diseñadores de moda, de la salud, la industria cultural, las finanzas, las ciudades, la cirugí­a estética, y los desodorantes.

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Toby Miller: GENDER