A mi Tórtola Valencia me sonaba por Antonio de Hoyos y Vinent. Y mi sorpresa, por tanto, ha sido mayúscula al comprobar que “La Maja” del jabón de la casa Myrurgia, estaba inspirado precisamente en Tórtola Valencia. Indagando un poco más en Carmen Tórtola Valencia encuentro este artí­culo referido a su biografí­a: “La leyenda de la bailarina Tórtola Valencia renace en una biografí­a”, publicado en ABC el 4 de diciembre de 2005.

Tórtola Valencia en TrianaAsí­ arranca el asunto:

Pilar Queralt la define en su libro, titulado «Tórtola Valencia: una mujer entre sombras», como «inteligente, esnob, cultivada, ególatra y libre»

Perfecta para mis propósitos. Aunque falta un interesante dato que es, precisamente el que hizo que yo supiera de ella, era lesbiana. De algíºn extraño modo, para cubrir apariencias, y de mutuo acuerdo, Hoyos y Vinent, el dandy homosexual aristócrata crapulesco, concertó una suerte de matrimonio para el escaparate con nuestra Tórtola, precisamente porque a ella los hombres no le interesaban ni lo más mí­nimo. Tampoco las mujeres a Vinent, tal y como uno puede aprender en el magní­fico libro de pepitas de calabaza, titulado “El monstruo”.

Sea como fuere, fascinada me quedo ante semejante inspiración. Tórtola era de todo menos maja, o, al menos, eso parece en sus retratos y en los testimonios de sus contemporáneos. Aunque bien podrí­a ser, precisamente, una Maja actualizada a los avatares de la historia española.

Tortola ValenciaTórtola será como sus contemporáneas dandyficas europeas y americanas, un invento de si misma. Se educará en Londres y debutará también en Londres diciéndose sobrina de Goya e hija de un aristócrata español, un maravilloso invento fundamental para una vida de libertad. Luego basó su propio mito en un estudio concienzudo que incluirá  “documentarse sobre culturas exóticas, en frecuentar el teatro como espectadora, tanto Isadora Duncan, como Ana Pavlova o Maud Allan” para crear su sello personal a la española, como dice su biógrafa.

Es curioso que en este paí­s olvidemos a las mujeres más avanzadas y que luego se queden el protagonismo rancias  que con los años se ensiliconan y pierden la compostura. Resulta además curioso que estas olvidadas, a las que habrí­amos de añadir a Raquel Meller, fueran mujeres internacionales, cosmopolitas de mentes y referencias infinitamente vanguardistas. Resulta curioso porque tenemos tan cortas miras que pareciera que una puede cantar y actuar como le ronde pero luego, en su vida privada, debe ser intachable de cara  a la palestra. Una pena porque una vida convencional da para más bien poco a la hora de generar discurso y obra poderosa. Una mujer que se inspiró en Nijinsky, y en Sarah Berhard, una mujer que fue amiga de Rubén Darí­o, Pí­o Baroja, Benavente, Federico Garcí­a Sanchiz, que la presentó en 1913 en el Ateneo madrileño; de Zuloaga, de Valle-Inclán, de D’Annunzio y de Granados, que le dedicó «La gitana», olvidada creo yo por vivir con una mujer a la que hubo de adoptar (si, si, adoptar pues se llevaban 14 años), para evitar habladurí­as.

jabon maja myrurgiaAsí­ pues, para finalizar emplearé el poema que Ruben Darí­o le dedicase:

«La bailarina de los pies desnudos»

Iba en un paso rí­tmico y felino
a avances dulces,
Ágiles o rudos,
con algo de animal y de felino

La bailarina de los pies desnudos
Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos habí­a dos escudos
constelada de casos y de cosas

La bailarina de los pies desnudos.
Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azíºcar de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!

Creo que hoy comienzo a recuperar a todas nuestras olvidadas mujeres del varieté. Creo que voy a insertarlas en el cuento de Europa, porque a finales del XIX y primeros años del siglo XXI habí­a algo más que escritores e intelectuales con un pie en Europa. Deben volver todas esas que fueron tachadas de practicantes del género í­nfimo (más allá de chico) y que sin embargo trajeron aires de manifiesto, aires de Josephine Baker, aires de la mujer eléctrica, de todos los expatriados parisinos, de los parisinos mismos, de los escenarios underground del Londres más canalla… en fin, personalidades que viajaron y trajeron aires de novedad y vida amplificada, de dandysmo y de sensualidad.