Estaba en casa de Vene, y Vene recibió una llamada. “No, no viene”, dijo, “no viene porque hoy está de un humor sombrí­o”. Ni se referí­a a mi ni yo esa tarde estaba de un humor especialmente sombrí­o, no estaba boyante pero aun no había la sombra alcanzado a mi humor ni mi humor había aun llegado a mi sombre. Hoy, sin embargo la sombra se alargó o el humor salió, aun no lo se, pero ambos se encontraron. Y hoy he sido yo la del humor sombrí­o.

Hoy es martes. Hoy sigo en Merced. Hoy era mi primer día tras 5 días de dar tumbos. Ayer domingo a mi mañana, a la tarde de mis amigos españoles, me fui enterando de todo. Ayer supe que mi prima se estaba muriendo, y ayer supe también que al novio y a la hija de una amiga muy querida les han acusado de “tentativa de homicidio” nada más y nada menos, y de “agresión a la autoridad”. Ambas cosas me parecen injustas. Ambas me hacen impotente. Me empequeñecen. Relativizan todo y consiguen que los esfuerzos cotidianos se hagan innecesarios, o cuanto menos, banales. Hoy mi sombra agarro a mi humor y ambos han pasado un día de la mano, y aun siguen de la mano.

Ayer pasé el día en el tren, una vez más perdí­ el que me tocaba, el de las 7:30, que salí­a de Oakland hacia merced. Tomé el de las 10:08, que, por vez primera se retraso, y se retrasó y se retrasó. Conseguí­ alcanzar la biblioteca pública de la ciudad de Merced a eso de las 4 de la tarde. Me había despertado a la 6 para viajar, había recorrido la distancia de 167 kilómetros en lí­nea recta. Habí­a consumido 10 horas de mi día en recorrer la distancia de 167 kilómetros. Cuando fuí­ para San Francisco fue aun peor, me levanté a las 6 y llegué a casa de Vene a las 9 de la noche, exhausta y un poquito borracha. Esperando me tomé una pinta gigante. Me emborraché directamente, pero con una borrachera ya parduzca, aun no sombrí­a pero parduzca. Deslucida. Sin contrastes. Sin apenas color. Plana. Cene algo con ellos, ritualizado, lento, parduzco también. Todo es algo parduzco. No se porque pero los colores, desde hace varios días, se fueron. Será la contaminación, Marco dice que la contaminación del Valle Central de California hace que los colores se desvanezcan, que uno vaya como flotando por un cuadro de Hopper pero avejentado, desvaí­do, sin esos verdes que él usa. Desenfocado.

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Durante el trayecto de ayer, de Oakland a Merced, estuve recuperando mis notas de la conferencia a la que ávidamente atendí­, Visual Activism. Y mientras pasaba notas todo se me desvanecía aun más. Habí­a estado inmersa en un bellí­sima retórica sobre el poder de lo visual, o su necesidad de reactivación en el campo de la acción polí­tica. Habí­a visto bellí­simos y estetizados trabajos. Podrí­a decirse que estaba hasta contenta, pero sin duda Zanele Muhoni tenía razón. Zanele Muhoni es una fotógrafa. Una gran fotógrafa. Es lesbiana, es negra, vive en Sudáfrica. Zanele Muhoni es activista, activista deverdda. Ella le llama el movimiento. Allí­ si una es lesbiana corre el peligro de que la maten y así­ ha sucedido, así­ le ha sucedido a muchas de sus amigas. Se subió la estrado, sin un papel y ligera de convencionalismo sociales. Se subió y dijo, tras agradecer lo bien que la cuidaban y tal y tal, dijo: “Querido académicos, con todos mis respetos, han hablado maravillosamente de gente marginal, pero lago he de decir, ni una sola de esas personas marginales, ni una sola, entenderí­a ni una palabra de lo que aquí­ se ha dicho”. Luego dijo que nos mostraría un documento, luego dijo que l amujer que habla en ese documento ya no está, que a  esa mujer la mataron, por ser negra por ser lesbiana y por no callarse.

Zanele-Muholi-Portrait
Zanele-Muholi-Portrait

Estuvo fuerte el final. Especial. Poderoso. Todo quedó allí­. Luego había una recepción. Luego, fuera, había modelos de agua, para diferentes gustos, y había variadas cervezas y varios vinos. Luego fuera todos hací­an net working. Y mientras eso pasaba a dos amigos les acusaban de un extrañí­simo delito. Y de pronto todo el activismo visual made in SFMOA, en el bellí­simo Brava Therater de la 24th street del barrio de La Mission de san Francisco se desvanecía entre mis dedos. Todas la palabras todos los conceptos, evitar el abandono visual, hacer redes, imágenes militantes, ví­rico, Filipinas y Alaska, los restos de plomo, las islas de basura, los indocumentados valerosos, los héroes de la migración, la lí­nea del ecuador que une Tijuana con Ceuta y Melilla, la conferencia performance, Japón, los pobres de Los Ángeles, el hotel de Johanesburgo, la obra de Carlos Motta, las palabras de Gran Fury, la rabia de Zanele, los académicos, los artistas, los técnicos, Tirza, los iluminadores, el café, todo, de pronto todo, perdió todo su sentido. Y mi sombra, o alguna sombra, se enredó con mi humor.

The Political Equator
The Political Equator

Y hoy pasé el día así­, tumbada, mirando el techo, llorando un poco. Hoy pasé el día de un humor sombrí­o.